Lo nuestro

Amamos lo que no conocemos, lo ya perdido.
El barrio que fue las orillas.
Los antiguos, que ya no pueden defraudarnos, porque son mito y esplendor.
Los seis volúmenes de Schopenhauer, que no acabaremos de leer.
El recuerdo, no la lectura, de la segunda parte del Quijote.
El oriente, que sin duda no existe para el afghano, el persa o el tártaro.
Nuestros mayores, con los que no podríamos conversar durante un cuarto de hora.
Las cambiantes formas de la memoria, que está hecha de olvido.
Los idiomas que apenas desciframos.
Algún verso latino o sajón, que no es otra cosa que un hábito.
Los amigos que no pueden faltarnos, porque se han muerto.
El ilimitado nombre de Shakespeare.
La mujer que está a nuestro lado y que es tan distinta.
El ajedrez y el álgebra, que no sé.

Jorge Luis Borges (Argentina)

Posesión de la tierra

No puedo escribir hoy a la flor
hay tanto espacio más allá
del microcosmos y se me niega
un sitio para los versos en la Tierra.

Harto espacio tiene el positrón
¿y no hay lugar para el obrero?

Todo ceñido a ley
la ortografía y el desorden de los ídolos
la matemática y la gravitación
de los cuerpos
¿por qué niegan a los oprimidos
el derecho a ser gobernantes?
Explota la supernova
armoniza la luz sidérea
¿pretenden frenar
las explosiones sociales?

No puedo escribir a la robótica
ni a la búsqueda extra de lo humano.
Las palabras circulan en tecnologías de punta
sin que haya algún discurso
sobre los niños que fruncen el ceño como adultos.

No puedo escribir hoy a mi cuerpo
ni al espejo ni a la teoría literaria
hay tantos enemigos sueltos en la Tierra
que no puedo escribir sino de la furia.

Walter Villanueva Azaña (Perú)

Cuando tus ojos en el libro los desee en mi pelo

Cuando tus ojos en el libro los desee en mi pelo
y sienta la nostalgia de tus manos
que reposan tranquilas en la mesa
cuando sepa el olor de tu piel
cuando mi cuerpo sepa el peso de tu cuerpo
cuando tu sonrisa piense en mí
cuando sepa la forma de quedarte dormido
cuando me quieras como la madera
quiere al árbol en que vive
entonces yo seré tu cántaro
y yo seré tu sed

Elsa Tió (Puerto Rico)

El comienzo

Intempestivamente
en una tierra desconocida
en un tiempo aún no ocurrido
así, nací
dentro del bosque de las bestias y las rocas.
Mi corazón
comenzó a latir
en el vacío.
Abandoné la cuna de lo cotidiano
en una tierra sin aves, ni primavera.
Mi primera jornada fue un retorno
hacia la desalentadora postales
de espina y arena
sin haber tenido que ir muy lejos
sobre mis primeros y tambaleantes pasos.
Mi primera jornada fue un retorno.
La vasta distancia
no mostró ninguna esperanza.
Tambaleante
me mantuve de pie
frente al horizonte ardiente.
Me di cuenta que no había noticias
porque ante mí había un espejismo.
La vasta distancia no mostró ninguna esperanza.
Aprendí que no había buenas noticias:
esta libertad
era una cárcel tan enorme
que el almas
e escondió en las lágrimas
tratando de ocultar la impotencia

Ahmad Shamloo (Irán)

Los hombres huecos

Somos los hombres huecos
Los hombres rellenos de aserrín
Que se apoyan unos contra otros
Con cabezas embutidas de paja. ¡Sea!
Ásperas nuestras voces, cuando
Susurramos juntos
Quedas, sin sentido
Como viento sobre hierba seca
O el trotar de ratas sobre vidrios rotos
En los sótanos secos
Contornos sin forma, sombras sin color,
Paralizada fuerza, ademán inmóvil;
Aquellos que han cruzado
Con los ojos fijos, al otro Reino de la muerte
Nos recuerdan —si acaso—
No como almas perdidas y violentas
Sino, tan sólo, como hombres huecos,
Hombres rellenos de aserrín.
Thomas Stearns Eliot (EE.UU.)

Poema

Estoy viejo, enfermo y solo,
hago mi hogar en la Ladera Este (Tung-po).
Blanca, escasa e hirsuta,
mi barba se mezcla con el viento.
Frecuentemente mi hijito se sorprende deleitado
de encontrar rosas en mis mejillas.
¿Cómo podría saber él, sonrío,
que están rojas por el vino?

Su Tung Po (China)

Y si el amor fuera

¿Y si el amor fuera
una señal de auxilio
y escucháramos nuestro eco
creyéndonos que alguien nos responde?

Jorge Meretta (Uruguay)

El mar

Anda buscando el mar viejas cadenas,
algo hiere su espuma de cristales.
Su ronca voz de sales se revienta
sobre los hoscos riscos,
sobre la tierna piel de las arenas.
Algo le duele al mar,
algo le apena.

Mónica Suárez (México)

Pavesa

Mi poesía
no tiene ni el amarillo intenso,
ni el naranja
persuasivo. Ni el rojo de la pasión
ni el morado
de lo sagrado. Tampoco el azul
de la inefable
sabiduría. Sólo el pálido y titilante
violeta
de la llama que lucha por sobrevivir
porque la anima
la convicción de que consuela
y abriga.
Es noche inmensa y tupida,
donde apenas
parpadea una luz que nos define.
Por eso,
la sitúo en ese momento de la vela
que batalla
por no morir, cuando la lluvia,
el viento
y la borrasca la embisten y pugna
por alumbrar
el reino pavoroso desde una humilde
pavesa.

Danilo Sánchez Lihon (Perú)