Los heraldos negros

Hay golpes en la vida, tan fuertes… Yo no sé!
Golpes como del odio de Dios; como si ante ellos,
la resaca de todo lo sufrido
se empozara en el alma… Yo no sé!

Son pocos; pero son… Abren zanjas oscuras
en el rostro más fiero y en el lomo más fuerte.
Serán talvez los potros de bárbaros atilas;
o los heraldos negros que nos manda la Muerte.

Son las caídas hondas de los Cristos del alma,
de alguna fe adorable que el Destino blasfema.
Esos golpes sangrientos son las crepitaciones
de algún pan que en la puerta del horno se nos quema.

Y el hombre… Pobre… pobre! Vuelve los ojos, como
cuando por sobre el hombro nos llama una palmada;
vuelve los ojos locos, y todo lo vivido
se empoza, como charco de culpa, en la mirada.

Hay golpes en la vida, tan fuertes… Yo no sé!

César Vallejo (Perú)

Animal de invierno

Otra vez es tiempo de ir a la montaña
a buscar una cueva para hibernar.
Voy sin mentirme: la montaña no es madre, sus cuevas
son como huevos vacíos donde recojo mi carne
y olvido.
Nuevamente veré en las faldas del macizo
vetas minerales como nervios petrificados, tal vez
en tiempos remotos fueron recorridos
por escalofríos de criatura viva.
Hoy, después de millones de años, la montaña
está fuera del tiempo, y no sabe
cómo es nuestra vida
ni cómo acaba.
Allí está, hermosa e inocente entre la neblina, y yo entro
en su perfecta indiferencia
y me ovillo entregado a la idea de ser de otra sustancia.
He venido por enésima vez a fingir mi resurrección.
En este mundo pétreo
nadie se alegrará con mi despertar. Estaré yo solo
y me tocaré
y si mi cuerpo sigue siendo la parte blanda de la montaña
sabré
que aún no soy la montaña.

José Watanabe (Perú)

Lo nuestro

Amamos lo que no conocemos, lo ya perdido.
El barrio que fue las orillas.
Los antiguos, que ya no pueden defraudarnos, porque son mito y esplendor.
Los seis volúmenes de Schopenhauer, que no acabaremos de leer.
El recuerdo, no la lectura, de la segunda parte del Quijote.
El oriente, que sin duda no existe para el afghano, el persa o el tártaro.
Nuestros mayores, con los que no podríamos conversar durante un cuarto de hora.
Las cambiantes formas de la memoria, que está hecha de olvido.
Los idiomas que apenas desciframos.
Algún verso latino o sajón, que no es otra cosa que un hábito.
Los amigos que no pueden faltarnos, porque se han muerto.
El ilimitado nombre de Shakespeare.
La mujer que está a nuestro lado y que es tan distinta.
El ajedrez y el álgebra, que no sé.

Jorge Luis Borges (Argentina)

Posesión de la tierra

No puedo escribir hoy a la flor
hay tanto espacio más allá
del microcosmos y se me niega
un sitio para los versos en la Tierra.

Harto espacio tiene el positrón
¿y no hay lugar para el obrero?

Todo ceñido a ley
la ortografía y el desorden de los ídolos
la matemática y la gravitación
de los cuerpos
¿por qué niegan a los oprimidos
el derecho a ser gobernantes?
Explota la supernova
armoniza la luz sidérea
¿pretenden frenar
las explosiones sociales?

No puedo escribir a la robótica
ni a la búsqueda extra de lo humano.
Las palabras circulan en tecnologías de punta
sin que haya algún discurso
sobre los niños que fruncen el ceño como adultos.

No puedo escribir hoy a mi cuerpo
ni al espejo ni a la teoría literaria
hay tantos enemigos sueltos en la Tierra
que no puedo escribir sino de la furia.

Walter Villanueva Azaña (Perú)

Cuando tus ojos en el libro los desee en mi pelo

Cuando tus ojos en el libro los desee en mi pelo
y sienta la nostalgia de tus manos
que reposan tranquilas en la mesa
cuando sepa el olor de tu piel
cuando mi cuerpo sepa el peso de tu cuerpo
cuando tu sonrisa piense en mí
cuando sepa la forma de quedarte dormido
cuando me quieras como la madera
quiere al árbol en que vive
entonces yo seré tu cántaro
y yo seré tu sed

Elsa Tió (Puerto Rico)

El comienzo

Intempestivamente
en una tierra desconocida
en un tiempo aún no ocurrido
así, nací
dentro del bosque de las bestias y las rocas.
Mi corazón
comenzó a latir
en el vacío.
Abandoné la cuna de lo cotidiano
en una tierra sin aves, ni primavera.
Mi primera jornada fue un retorno
hacia la desalentadora postales
de espina y arena
sin haber tenido que ir muy lejos
sobre mis primeros y tambaleantes pasos.
Mi primera jornada fue un retorno.
La vasta distancia
no mostró ninguna esperanza.
Tambaleante
me mantuve de pie
frente al horizonte ardiente.
Me di cuenta que no había noticias
porque ante mí había un espejismo.
La vasta distancia no mostró ninguna esperanza.
Aprendí que no había buenas noticias:
esta libertad
era una cárcel tan enorme
que el almas
e escondió en las lágrimas
tratando de ocultar la impotencia

Ahmad Shamloo (Irán)

Los hombres huecos

Somos los hombres huecos
Los hombres rellenos de aserrín
Que se apoyan unos contra otros
Con cabezas embutidas de paja. ¡Sea!
Ásperas nuestras voces, cuando
Susurramos juntos
Quedas, sin sentido
Como viento sobre hierba seca
O el trotar de ratas sobre vidrios rotos
En los sótanos secos
Contornos sin forma, sombras sin color,
Paralizada fuerza, ademán inmóvil;
Aquellos que han cruzado
Con los ojos fijos, al otro Reino de la muerte
Nos recuerdan —si acaso—
No como almas perdidas y violentas
Sino, tan sólo, como hombres huecos,
Hombres rellenos de aserrín.
Thomas Stearns Eliot (EE.UU.)

Poema

Estoy viejo, enfermo y solo,
hago mi hogar en la Ladera Este (Tung-po).
Blanca, escasa e hirsuta,
mi barba se mezcla con el viento.
Frecuentemente mi hijito se sorprende deleitado
de encontrar rosas en mis mejillas.
¿Cómo podría saber él, sonrío,
que están rojas por el vino?

Su Tung Po (China)

Y si el amor fuera

¿Y si el amor fuera
una señal de auxilio
y escucháramos nuestro eco
creyéndonos que alguien nos responde?

Jorge Meretta (Uruguay)